Homilía en las Bodas de Plata Episcopales del Excmo. Sr. Antonio González Sánchez, IV Obispo de Ciudad Victoria.
Excelentísimo Padre Antonio,
Venerables Hermanos en el Presbiterado,
Entrañables Hermanos Diáconos,
Reverendas Religiosas,
Queridos Seminaristas,
Amados Fieles Laicos:
El Prefacio IV de la Celebración Eucarística nos recuerda:
“Aunque no necesitas de nuestra alabanza, Señor, es don tuyo el que seamos agradecidos”.
Hoy celebramos la Eucaristía llenos de gozo al recordar la Ordenación Episcopal de nuestro Obispo Diocesano, realizada hace 25 años.
Muchos de nosotros, testigos de ese acontecimiento eclesial, vimos nacer el inicio del Ministerio Episcopal del IV Obispo de Ciudad Victoria, conferido por el entonces Nuncio Apostólico en México Excmo. Sr. Girolamo Prigione Pozzi quien fue el consagrante principal y siendo co-consagrantes el Excmo. Sr. Adolfo Antonio Suárez Rivera, Arzobispo de Monterrey, ambos que de Dios gocen y Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, Arzobispo de Yucatán.
Poco tiempo después se dio a conocer el Escudo Episcopal representado por la figura del anillo del Pastor y el lema de su Ministerio. “Para que sean uno” frase del Señor Jesús contenida en su oración sacerdotal.
Sabemos que la Iglesia es una Comunidad que posee 4 características: es Una, Santa, Católica y Apostólica.
La Iglesia, manifiesta la unidad que proviene del misterio trinitario y refleja tres vínculos visibles de comunión:
- la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles;
- la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
- la sucesión apostólica por el sacramento del Orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios.
(CIC n°815)
«Donde hay pecados, allí hay desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay unión«: (Orígenes, In Ezechielem homilia 9, 1).
Por eso, la labor inicial de nuestro Obispo, fue reparar las heridas que había dejado la historia en el corazón de la Diócesis, por medio de una invitación a la renovación permanente, una conversión personal de corazón y una búsqueda de santidad en el ambiente de oración.
Y así, nos preparábamos a iniciar una nueva experiencia de vida, buscando la santidad de la Iglesia y la propia.
Llegamos a comprender que la caridad es el alma de la santidad a la que todos estamos llamados: las comidas semanales de cada Martes, la participación en los Retiros Mensuales y la experiencia anual de los Ejercicios Espirituales nos brindaron elementos para crecer en esta virtud.
La Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores. (CIC n°832) Se entiende por Iglesia particular, que es la Diócesis, una comunidad de fieles cristianos en comunión en la fe y en los sacramentos con su Obispo ordenado en la sucesión apostólica. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica. (CIC n°833) Nuestra Diócesis al ser erigida canónicamente el 21 de Diciembre de 1964 por el Papa San Pablo VI, goza de esta virtud de la catolicidad.
La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los Apóstoles, y esto en un triple sentido:
- fue y permanece edificada sobre «el fundamento de los Apóstoles» (Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf. Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
- guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (cf. Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los Apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
- sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los Obispos, «al que asisten los Presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia» (AG 5):
«Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (Prefacio de los Apóstoles I: Misal Romano). (CIC n° 857)
Y así, a lo largo de los 56 años de vida de nuestra amada Diócesis el Señor en su Providencia a suscitado Pastores que velen por la integridad del Rebaño.
Según la tradición, entre los diversos ministerios que se ejercen en la Iglesia, desde los primeros tiempos ocupa el primer lugar el ministerio de los Obispos que, a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica» (LG 20). (CIC n°1555)
El Concilio Vaticano II enseña que por la «Consagración Episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden (LG 21). (CIC n° 1557)
La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las funciones de enseñar y gobernar. En consecuencia, los Obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre. (CIC n° 1558)
Hoy con gozo celebramos las Bodas de Plata del Excmo. Sr. Antonio González Sánchez y nuestro corazón se invade de sentimientos de gratitud.
Gracias al Buen Padre Dios por la vida de nuestro Obispo.
Gracias al Señor Jesús que lo ha configurado consigo, haciéndolo Pastor para su Pueblo.
Gracias al Espíritu Santo que ha guiado el caminar de nuestra Diócesis, suscitando vocaciones a la vida ministerial y al apostolado laical.
Gracias a nuestra Señora del Refugio, en cuyo maternal regazo, ha realizado su ministerio episcopal nuestro Obispo.
Gracias a la Iglesia, que, por medio del Santo Padre, elige a quienes han de regir las Iglesias particulares.
Gracias Excelentísimo Padre, por el sí, que pronunciaste al haber sido propuesto como IV Obispo de Ciudad Victoria.
No quiero terminar estas palabras sin evocar a San Juan de la Cruz, místico español, en cuya memoria litúrgica nuestro Obispo recibió la plenitud del Orden Sagrado. El ilustre reformador carmelita nos recuerda que “el que anda en el amor, ni cansa ni se cansa”.
Solo un corazón enamorado que anda en el amor de Jesús persevera hasta el final. Solo el enamorado de Dios es capaz de gastarse y desgastarse en implantar el Reino divino que es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. Gracias Excelentísimo Padre por amar a Dios, por amar a María, por amar a la Iglesia, por amar a la Diócesis de Ciudad Victoria y por amar el Reino de Dios. (Rom 14, 17)
Excelentísimo Padre, el Señor te conserve un su santo servicio.